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El respeto no se exige, se gana

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3 CLAVES de Éxito para Argumentar y VENDER MEJOR

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García-Lomas & Allen-Perkins
jun 19, 2025
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El respeto no se exige, se gana
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Hay algo que todo ser humano busca, muchas veces sin saberlo con claridad, es el respeto. En casa, en el trabajo, con amigos o con desconocidos. Queremos que nos miren a los ojos con consideración, que nuestras palabras cuenten, que nuestras decisiones se valoren. Pero el respeto, ese bien tan escaso y tan poderoso, no se compra ni se suplica. Se construye. Se entrena. Se gana.

Y aquí entra en juego algo que transforma radicalmente nuestra vida: nuestro desarrollo personal y profesional. Porque solo cuando nos trabajamos por dentro, somos capaces de proyectar por fuera una imagen firme, coherente y auténtica. Esa imagen que inspira respeto en los demás. Este texto no es un listado de consejos vacíos. Es una llamada a la acción, una ruta clara. Porque ganar respeto es una habilidad. Y tú puedes aprenderla.

¿Por qué sentimos que nos faltan al respeto?

Todos hemos estado ahí. Esa sensación incómoda cuando alguien se dirige a ti con desprecio, cuando tus ideas son ignoradas en una reunión, o cuando alguien cruza una línea personal sin pedir permiso. No es solo cuestión de malas formas. Es una señal. Algo dentro de ti no está transmitiendo con claridad que mereces respeto.

Esto no significa que la culpa sea tuya. Significa que puedes tomar el control. Porque el respeto no depende de lo que hacen los demás, sino de lo que tú permites. ¿Cómo? A través de tu forma de comunicar, de actuar, de reaccionar y, sobre todo, de poner límites.

Y aquí empieza el verdadero viaje.

El respeto no llega solo… y el maltrato tampoco.

El error más común es creer que el respeto se obtiene siendo simpático, complaciente o evitando conflictos. Y no, no funciona así. Las personas que inspiran respeto suelen tener algo en común: autoconfianza firme y capacidad de establecer límites claros.

Si no confías en ti, ¿cómo esperas que los demás lo hagan? Si no marcas hasta dónde pueden llegar contigo, ¿por qué esperas que se detengan a tiempo?

A menudo, la gente continúa con actitudes hirientes porque no les hemos hecho ver que hay una línea que no deben cruzar. ¿La solución? Aprender a decir "no". A dejar de quejarse y empezar a actuar. A cumplir tu palabra, trabajar duro y enfocarte en lo tuyo, sin distracciones tóxicas.

Es más fácil decirlo que hacerlo, claro. Pero aquí es donde entra en juego una herramienta interna muy poderosa: la autoconfianza.

La autoconfianza como cimiento del respeto.

La autoconfianza no es arrogancia. No se trata de creerse superior a nadie. Es un estado interno que se refleja en tu lenguaje corporal, en tu tono de voz, en tus decisiones. Es la tranquilidad que transmites cuando sabes quién eres y lo que vales.

"La confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito" – Ralph Waldo Emerson

Cuando tú crees en ti, los demás lo notan. Cuando tú te respetas, los demás aprenden a hacerlo. No es magia, es causa y efecto.

Empieza por ti. ¿Cómo?.

  • Haz un autoanálisis: identifica tus fortalezas, por pequeñas que sean.

  • Escribe tus logros, aunque nadie más los haya visto.

  • No te compares con otros. Compárate con la versión de ti de hace un año.

  • Recuerda que la confianza no viene de tener siempre la razón, sino de no temer equivocarte.

Establecer límites: la barrera que protege tu valor.

El siguiente paso en este camino es aprender a establecer y comunicar límites. No con agresividad. Si con firmeza.

Si alguien te habla de forma despectiva, puedes decir: “He notado que tu forma de dirigirte hacia mí es ofensiva. No voy a aceptar ese trato. Espero que lo tengas en cuenta.”

¿Es incómodo? Sí. ¿Es necesario? También.

Marcar límites no es garantía de que el otro cambiará. Pero sí es garantía de que te protegerás emocionalmente. Que pondrás una barrera que dice: “Hasta aquí.” Y con el tiempo, ese límite se convierte en un estándar.

“Lo cortés no quita lo valiente”

Entrena tu comunicación: habla claro, actúa con coherencia.

No basta con pensar bien. Hay que saber expresarse bien. Y eso también se entrena.

  • Practica un lenguaje claro y directo.

  • Usa un tono firme pero respetuoso.

  • Mantén el contacto visual.

  • No pidas disculpas por defenderte.

Si alguien te insulta en público, no respondas con otro insulto. Respira. Mira a la persona y di: “No voy a permitir que me hables así.” Y luego, guarda silencio. El impacto de la firmeza serena es poderoso.

La elegancia es más fuerte que la agresividad.

Ignorar lo que no merece tu energía.

No todos los ataques merecen respuesta. A veces, el mayor acto de autoridad es la indiferencia. Si una crítica no tiene base o solo busca herirte, no la alimentes. Desvía la conversación. Cambia el foco. No caigas en provocaciones.

“Cuando sabes quién eres, no necesitas defenderte de quien no lo sabe.”

Esta es una habilidad: elegir tus batallas. No todo merece tu energía. No todo merece tu tiempo. Ahí también se construye respeto.

Persistencia: la clave para convertirte en una persona respetada.

Este camino requiere persistencia. Porque no se trata de hacerlo bien una vez. Se trata de sostenerlo en el tiempo.

Vas a fallar. Vas a dudar. A veces te quedarás callado cuando debiste hablar. O hablarás cuando debiste callar. Es parte del proceso. La clave está en seguir adelante. Aprender. Ajustar. Volver a intentarlo.

Como cualquier habilidad, ganar respeto es un músculo que se fortalece con el uso. Y tu desarrollo personal y profesional depende directamente de ello.

Acción, siempre acción.

Ahora que has llegado hasta aquí, no te quedes solo con la inspiración. Llévalo a la práctica. Identifica un área de tu vida donde sientas que no estás siendo respetado. Define un límite. Comunícalo con claridad. Trabaja tu autoconfianza. Escribe tus logros. Da ese primer paso fuera de tu zona de confort.

“La autoconfianza es el resultado de horas y horas de trabajo duro y dedicación.” – Jessie Vargas

Recuerda … el respeto no se impone. Se proyecta. Y empieza por ti.


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